
La historia puede enseñarnos muchas cosas y lo que ha quedado patente en el último año es que si bajamos la guardia demasiado pronto, a la larga pagamos más.
La curva COVID de Ibiza está a la vista. El pasado mes de agosto, cuando nuestras defensas estaban bajas y el turismo nacional, principalmente, estaba ocupado, sin ningún tipo de salvaguarda, las cifras se dispararon teniendo un gran impacto en la isla y haciendo que el verano se detuviera. El otoño fue tranquilo hasta los primeros días de diciembre, junto con las prolongadas vacaciones de Navidad, que hicieron que Ibiza pasara de ser la envidia de España a convertirse en la zona más contagiosa de todo el país.
Este viaje no tiene ningún misterio. La apertura de las fronteras conlleva un riesgo y, aunque hay que tener un plan, éste debe ser calculado con una estrategia de fondo.
Al igual que muchos destinos turísticos dedicados, Ibiza está de rodillas. Muchos negocios están en el precipicio, contando las horas hasta que la sangre vital del flujo de caja pueda volver a empezar, pero ahora, más que nunca, necesitamos reabrir lentamente, centrándonos en el verano y para que esto sea un objetivo realista debemos sacrificar cualquier pensamiento de apertura en Semana Santa.
Ahora es el momento de que los gobiernos de Ibiza y Baleares tomen una decisión temprana y mantengan estrictos controles fronterizos hasta, al menos, después de las vacaciones de Semana Santa, con un plan estratégico de vacunación para los residentes. Puede ser la única solución.
Aunque hay que tomar decisiones difíciles, son necesarias para que Ibiza tenga alguna posibilidad de recuperación económica en 2021. Las consecuencias de una apertura anticipada para luego enfrentarse a un nuevo cierre durante los meses de verano son demasiado difíciles de contemplar….